Argentina volvió a producir trigo: ahora necesita urgente una política triguera
Tres hipótesis de trabajo para un mismo desafío. El mercado de futuros agrícolas más grande del mundo (CME Group de Chicago) anunció que el mes que viene lanzará contratos de Trigo Mar Negro basados en los valores FOB del cereal ruso.
Tres hipótesis de trabajo para un mismo desafío.
El mercado de futuros agrícolas más grande del mundo (CME Group de Chicago) anunció que el mes que viene lanzará contratos de Trigo Mar Negro basados en los valores FOB del cereal ruso.
El dato no es menor: Rusia se ha transformado en el principal exportador mundial de trigo con una producción que viene creciendo año tras año. En unos años más Ucrania seguirá el mismo camino.
En el ciclo 2016/17 Argentina –luego del apagón kirchnerista– volvió a producir trigo (¡recordar que gracias a Guillermo Moreno estuvimos a un paso del desabastecimiento interno!). Ahora llegó el momento de definir una política triguera.
Y aquí aparecen tres hipótesis de trabajo. La primera, que podríamos denominar tesis Faim (por las siglas de la Federación Argentina de la Industria Molinera), es que Argentina tiene que producir mucho más trigo para molerlo y exportarlo como harina a mercados de África.
La política intervencionista K, al aplastar artificialmente el precio interno del trigo y ofrecer créditos ultra subsidiados para la ampliación y construcción de industrias molineras, llevó la capacidad instalada a una cifra ridícula de más de doce millones de toneladas cuando apenas se necesitan moler unas seis millones para abastecer la demanda del mercado regional del Mercosur.
La tesis Faim sostiene que deben procesarse siete, ocho o nueve millones de toneladas para exportarlas a mercados africanos, los cuales actualmente son abastecidos por Turquía en base a una política de subsidios que, para ser desarmada, requeriría una larga batalla burocrática en el ámbito de la Organización Mundial de Comercio (OMC). Y nada asegura que, en caso de ganarse, pueda luego aparecer Rusia, Ucrania o la propia Europa como exportadores dominantes de harina de trigo en esa región.
La segunda tesis es la inercial: sigamos produciendo más y más para seguir incrementando colocaciones en África, Medio Oriente (donde competimos con Rusia y Ucrania) y Asia (con EE.UU., Canadá y Australia).
La tesis inercial, al igual que la Faim, requiere que los productores argentinos estén dispuestos y preparados para vender trigo al precio FAS más bajo posible, porque las naciones compradoras, además de tener poco efectivo, reciben ofertas de vendedores ultra competitivos.
¿Tenemos la genética, el esquema impositivo y los caminos rurales adecuados para competir en la primera división del trigo global? Preguntas como esas deberían ser contestadas con la mayor franqueza y precisión posible antes de lanzarse a cualquier aventura comercial.
La tercera tesis –cuyo exponente más visible es Enrique Erize– es la regional: sostiene que la mayor generación de riqueza posible en el negocio del trigo es concentrar esfuerzos en los mercados naturales de la Argentina, que son Brasil, Bolivia y Chile, porque, al pasar las fronteras del Cono Sur, se corre el riesgo de tener que vender a precios tan bajos que en lugar de agregar valor se podría lograr eventualmente lo contrario (la experiencia reciente nos recuerda que “valor agregado” no es sinónimo de agregado de valor).
Argentina necesita una política triguera. O seguir dejando su suerte librada a las circunstancias. Las naciones exitosas eligen sólo uno de esos dos caminos.
Ezequiel Tambornini
Fuente: Valor Soja