En las últimas doce campañas solo tres tuvieron un clima neutral.
Para la producción agropecuaria, si hay algo que en tiempos de cambio climático viene influyendo cada vez más sobre su destino es la inestabilidad.

Más allá de que en uno u otro año se puedan escuchar con anticipación proyecciones de cómo será la cosecha, lo concreto es que con mayor frecuencia el clima le pone un toque de suspenso a cualquier proyección. Variable, como en un partido disputado, sobre la marcha puede ocurrir un imprevisto que altere un resultado que parecía cantado. Final abierto.
Pasó en la campaña pasada, cuando el ciclo se inició con excesos hídricos en varias regiones, pero después se cortaron literalmente las precipitaciones en noviembre y la campaña 2017/2018 terminó con los peores registros de lluvias en 50 años para la época de desarrollo de los cultivos y se perdieron 30 millones de toneladas, 20 millones de soja y 10 millones de maíz, además de que el país resignó divisas por US$8000 millones, lo que influyó en la caída de la actividad económica.
Para Eduardo Sierra, especialista en agroclimatología, el período de inestabilidad para la producción empezó en la campaña 2006/2007, que significó un año Niño, con lluvias superiores al promedio. Desde entonces, de doce campañas agrícolas, según el experto, en la Argentina se dieron tres campañas con clima neutral, cinco campañas donde influyó de algún modo u otro el fenómeno de La Niña, que genera precipitaciones por debajo de lo normal, y en cuatro de ellas se hizo presente El Niño. Así se han invertido las proporciones históricas en materia del comportamiento del clima ligado al agro. Según Sierra, antes, cada 100 años, en un 65% de ese tiempo se podía esperar un comportamiento neutral, en un 20% con un efecto Niño y en un 15% con influencia de La Niña. Ahora, considerando las últimas doce campañas, en un 25% del período se dio una condición neutral, en un 40% La Niña y en un 35% El Niño. Creció la proporción de la Niña. Ante esa situación el país no está preparado con una red de contención para sus productores. En los Estados Unidos, por ejemplo, funciona un seguro multirriesgo agrícola que, ante una sequía, el productor salva la inversión. Aquí es una tarea pendiente.
Lo que sí se está buscando es mitigar el impacto de las inundaciones, como con la obra del Plan Maestro de la Cuenca del Salado para recuperar 1,8 millones de hectáreas.
Fuente: La nación campo