Los dos errores que juegan en el debate por la aprobación del trigo transgénico.

Lograr, a través del mejoramiento genético, una amortiguación del impacto de condiciones de estrés hídrico abre importantes posibilidades.

Los dos errores que juegan en el debate por la aprobación del trigo transgénico.

En la Argentina son las zonas subhúmedas las que podrían beneficiarse en mayor medida. En efecto, mientras que la variabilidad interanual de rendimientos de trigo es en la provincia de Buenos Aires menor al 20 por ciento, alcanza 30 por ciento en Córdoba, 37 por ciento en La Pampa y casi 50 por ciento en Chaco. Reducir variabilidad "amortiguando" la caída de rinde en años desfavorables mejora en forma notable la capacidad de adaptación de la empresa agrícola.

En el caso del trigo, avanzar en este tema requiere la luz verde por parte de autoridades regulatorias. Al respecto, en diciembre pasado, un alto funcionario de la Secretaría de Agroindustria justificó la negativa a autorizar la producción comercial del trigo con resistencia a la sequía (HB4) con el argumento de que la presencia de un solo grano proveniente de este germoplasma pondría en peligro la comercialización de las 20 millones de toneladas de la producción argentina de este cultivo.

Si se toman al pie de la letra las declaraciones anteriores, la discusión queda cerrada: el balance entre costos y beneficios señala que nada puede hacerse, y que el status quo es preferible al cambio.

Un análisis más detallado, sin embargo, sugiere que la cosa no es tan simple. Supongamos que Brasil -por lejos nuestro más importante comprador de este cereal- decide rechazar nuestro trigo por tener este "un grano" proveniente del gen HB4.

¿Cuál sería el impacto para Brasil de esta medida? Por de pronto, deberá abastecerse de un proveedor alternativo, con los costos adicionales que esto supone. La diferencia en el costo de flete originando en la Argentina, versus hacerlo en Estados Unidos o Canadá es enorme. Dado el nulo riesgo que representa consumir pan o harina proveniente de trigo HB4, la autoridad económica brasileña haría bien en no limitar su comercialización.

El problema de autorizar o no la comercialización de trigo HB4 es un clásico ejemplo del dilema que enfrenta el agente regulatorio, se focalice éste en medicina humana, alimentos o productos veterinarios.

Al respecto, el responsable de autorizar o no una innovación puede cometer dos tipos de errores. El primero ("Error tipo I") es autorizar algo que no debería haber sido autorizado. En el caso del trigo, autorizar la comercialización de trigo HB4, cuando esto resulta en el colapso de nuestras exportaciones. El segundo ("Error tipo II") es no autorizar algo que debería haber sido autorizado. Nuevamente, volviendo al trigo, el costo de este error es renunciar a los aumentos de producción que este germoplasma permite en situaciones de estrés hídrico.

Muchos estudios demuestran que la burocracia reguladora apunta a minimizar la probabilidad de cometer un Error tipo I, aún cuando esto resulta en un aumento marcado en la probabilidad de cometer Error tipo II.

La explicación de este comportamiento es sencilla: mientras que el primer tipo de error es visible, el segundo en general no lo es. El rechazo de un cargamento de trigo seguramente comprometerá la continuidad en el cargo de quien firmó la autorización. En contraste con lo anterior, la pérdida de un millón de toneladas de trigo fruto de una sequía en la zona subhúmeda no se asocia en forma directa con la no autorización de genética HB4. El error de "no autorizar" pasa desapercibido y no causa problema a la burocracia regulatoria.

La decisión óptima sobre autorizar o no la comercialización del trigo HB4 requiere analizar en forma cuidadosa y objetiva los dos tipos de errores mencionados anteriormente. Si bien existe el riesgo de rechazo de mercado del trigo HB4, este no debe exagerarse: no resulta gratis a un importador de trigo erigir barreras cuando estas no se justifican.

A su vez, según algunas estimaciones, los beneficios de tolerancia a la sequía podrían resultar en incrementos de valor de la producción mayores a los US$150 millones anuales. Estas estimaciones son preliminares y deben ser, por supuesto, confirmadas con estudios más detallados. El punto central es que los "costos ocultos" provenientes de no autorizar algo que debería haber sido autorizado (Error tipo II) pueden ser muy altos.

El autor es profesor de agronegocios de la Universidad de CEMA

Fuente: Marcos Gallacher – Diario La Nacxión

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