Contenido no apto para crédulos: el relato de Greta es más lo que esconde que lo que muestra
Greta Thunberg habló en la sede de las Naciones Unidas. Su mensaje está ahora en la agenda global. Dice que es necesario dejar de comer carne para salvar al mundo del cambio climático.

Algunos explicaron que está equivocada. Expusieron datos para sostener sus argumentos. Pero eso es una completa pérdida de tiempo.
Cada tanto tenemos la suerte de que aparezcan en el mundo personas iluminadas que nos recuerden cómo funcionan las sociedades humanas. A comienzos del siglo pasado lo hizo el español Antonio Machado con su obra “Juan de Mairena (sentencias, donaires, apuntes y recuerdos de un profesor apócrifo)”. Recientemente hizo su aporte al respecto el israelí Harari Yuval Noah con el libro “De animales a dioses”.
Los homínidos estamos diseñamos para vivir en clanes reducidos. Pero los humanos logramos construir civilizaciones gracias a la suma de esfuerzos coordinados aportados por millones de personas que no se conocen entre sí. ¿Cómo? Compartiendo una creencia común, un relato, que debe ser verosímil.
Cuando una persona decide acudir al mercado de relatos para tomar uno como propio, buscará posteriormente razones lógicas para sostener su posición, aunque solemos creer que el proceso es inverso, cuando no lo es. Cuando un relato emergente crece hasta sumar una enorme cantidad de adeptos, produce entonces un cambio cultural que, eventualmente, puede ser el catalizador de una transformación histórica.
El relato de Greta –que aún carece de nombre propio, pues excede la cuestión del “cambio climático”– está siendo difundido de manera masiva por medio de Instagram, donde lo reciben a diario millones de niños y adolescentes. Habla de salvar al mundo por medio de la lucha contra los que producen y comen proteínas cárnicas y lácteos, usan agroquímicos y transforman el ambiente para producir granos.
A nosotros, habitantes de naciones pobres colmadas de niños que padecen hambre, nos parece inaudito que ese nuevo dogma pueda generar adeptos en la periferia del orbe. Pero se trata de un relato extremadamente atractivo para algunos integrantes de las nuevas generaciones, las cuales, debido al inevitable paso del tiempo, algún día serán las que ocupen los puestos donde se toman las decisiones.
El investigador Jorge Orduna, a través de su obra “Ecofascismo”, nos advirtió que muchas personas y organizaciones usan la fachada ecologista para promover, de manera encubierta, la idea de que en el mundo sobra mucha gente indeseable. El propio James Lovelock, creador de la teoría de Gaia, lo dijo sin rodeos en su libro “La venganza de la Tierra”: la población ideal para el mundo es de 500 millones de personas (lo que equivale a decir que sobran 7200 millones).
En otras épocas, tales concepciones fueron implementadas por algunos gobiernos para cometer atrocidades. Pero en la actualidad deben buscar camuflarse para poder presentarse en público. En el mundo en el que vivimos no es éticamente factible mencionar la posibilidad de suprimir a personas para controlar el crecimiento de la población. Pero el relato de Greta sí considera viable suprimir las condiciones que aseguren la sostenibilidad de las fuentes alimenticias humanas.
Entender esto –que parece sencillo, pero no lo es– es clave para evitar perder recursos y tiempo en cuestiones fútiles. Porque no son pocos los que creen que esta cuestión se soluciona con información y comunicación. Nada más lejano. Se trata de una creencia emergente que sólo puede ser contrarrestada por otra equivalente. La pregunta entonces es: ¿Cuál es el relato global sobre el cual se va a sustentar la producción global de alimentos? ¿Cuál es la creencia que va a permitir que 9000 ó 10.000 millones de personas vivan en paz con los recursos disponibles en la Tierra?
No sé cuál será ese relato. Pero seguro que no es del Greta.
Fuente: Ezequiel Tambornini – Valor Soja