LA CRÍA TIENE LA RECETA CONTRA LA ESCASEZ

Es el momento para mejorar la tasa de destete. La apuesta es producir más terneros con el stock actual.

Luego de soportar cinco años de números en rojo, la cría bovina disfruta de su revancha y de su posición dominante en el mercado ganadero. De ser la Cenicienta y pagar todos los platos rotos que causó la intervención oficial sobre los precios, el criador ha pasado a ser en un actor protagónico, convocado a cumplir un papel estelar: revertir el período de escasez que atraviesa la producción de carne. De su desempeño y eficiencia futura depende la recuperación del stock, sostienen los analistas.
 
Apoyada en la tranquilidad que dan los precios actuales de la invernada y en los pronósticos que aseguran cotizaciones firmes por los próximos cinco años, la cría debe ser capaz de afrontar el desafío: producir más terneros con la misma cantidad de vientres.
 
“Tiene que dar un salto de eficiencia. No puede seguir trabajando con una tasa promedio de destete a nivel país del 60 por ciento. Debe ponerse los pantalones largos”, graficó a La Voz del Campo Federico Santángelo, consultor privado y productor agropecuario. El especialista en la cadena de carnes fue uno de los disertantes en el seminario sobre “Ganadería y Compromiso, Diagnóstico y Propuesta para el Crecimiento de la Cadena de la Carne”, organizado por el Instituto Promoción de la Carne Vacuna Argentina (IPCVA), que se realizó esta semana en Córdoba.
 
Mejor reproductividad. La caída en el número de vientres ha puesto a la ganadería en un callejón sin salida. Los diagnósticos coinciden en que va a faltar carne por los próximos cuatro años y que es necesario adoptar medidas productivas para evitar que la recuperación se extienda más en el tiempo. La llave para la salida la tiene la cría, a través de la puesta en marcha un proceso de eficiencia reproductiva.
 
Un modelo de simulación fue la herramienta que uso Santángelo para demostrar cómo un modelo de cría puede aumentar su productividad a partir de mejorar sus índices de destete, sin necesidad de incorporar más vientres.
 
“No hay ningún secreto, sólo es aplicar tecnología de proceso. Están dadas las condiciones para mejorar el 60 por ciento de destete que tiene de promedio la ganadería nacional. Si hay campos que tienen más del 80 por ciento, es porque es posible”, agregó el consultor.
 
El modelo base parte de un rodeo de 100 vientres que con un índice de destete del 60 por ciento produce 30 terneros que van a engorde y 30 terneras de la cuales 20 van para reponer una cifra similar de vacas de refugo. “Necesitaríamos una evolución reproductiva del 63 al 66 por ciento en el destete para alcanzar dentro de una década los niveles que teníamos hace tres años”, explicó Santángelo.
 
Si la opción es mantener la tasa de destete y reponer más hembras, la recuperación del rodeo tiene la misma tendencia pero es más lenta. Según Santángelo es preferible sacar más terneros con menos vacas que igual cantidad de terneros con más vientres.
 
El aumento en el peso de faena también tiene su incidencia sobre la producción de carne, aunque sólo es una medida de corto plazo.
 
“Aumentar 10 kilos el peso de faena tiene un impacto de entre 100 y 120 mil toneladas de carne producida”, dimensionó el productor. En relación con 2009, este año van a faltar 600 mil toneladas de carne, debido a la caída en el stock.
 
En los últimos cinco años, la cría la pasó mal. Las consecuencias fueron que entre 10 mil y 15 mil productores se desprendieron de sus planteles de reproducción. Hoy la ecuación ha cambiado.
 
Manejo eficiente. “Antes era imposible pedirle a un criador que evolucionara, porque la actividad no era rentable. Hoy el ternero se paga 15 pesos el kilo vivo” indicó Santángelo, quien no dudó en afirmar que el criador que sobrevivió está en condiciones de pegar un salto producto.
 
Ahora, cómo lograr más cantidad de terneros por vaca. El ingeniero Oscar Melo fue el encargado de dar las pautas para una cría más eficiente. “Hay que producir más terneros por vientre y también más kilos por novillo”, indicó.
 
Acortar el período de servicio de 90 a 60 días es el paso inicial. “De esta forma no vamos a tener terneros de cola, que son los más livianos, y vamos atener mayor cantidad de vacas en condiciones a la iniciación del servicio. El trabajo más intensivo en menos tiempo permite un mejor control de los partos”, precisó el especialista.
 
La condición corporal de la vaca al momento del parto no debe quedar bajo el gobierno del clima. “Si se aspira a una condición corporal seis, el criador no puede decir que, ‘porque el año es malo’, se conforma con una condición corporal cinco. Si se apunta a una condición seis, hay que planificar el manejo de tal forma de contar con el alimento suficiente y garantizarle al animal la llegada al parto en esa condición corporal”, sugirió Melo. De cómo arribe a este estado dependerá luego el futuro servicio.
 
La realización del tacto sistemático y la eliminación de las vacas vacias es parte de la política de eficiencia. El criterio de Melo es que las vacas que no se preñan hay que destinarla a la invernada. “Hoy una vaca vale mucha plata para tenerla en el campo vacía y sin engordar”, afirmó.
 
Reposición. Si la estrategia es eliminar todas las vacas vacías, hay que prestarle mucha atención a la reposición que será un bien escaso.
 
“Los que tengan razas adecuadas deben entorar las vaquillonas a los 15 meses. No hay ningún motivo de tener una vaquillona ociosa durante un año sin dar cría. De esta forma estamos ganando un año, en un momento en que la oferta es restringida”, recalcó.
 
Si el servicio de las vaquillonas es por inseminación, la elección de los toros tiene que ser con el criterio de aportar un ternero de bajo peso al nacimiento.
 
“Hay que seleccionar el toro en función de la vaquillona y no pensando en nuestro gusto zootécnico, que puede causar grandes pérdidas. Una vaquillona que sobrevivió a una distocia, tiene la mitad de chances de preñarse en el próximo servicio”, graficó Melo.
 
El repaso del servicio con toros tiene que ser por un período corto. “No hay que tener vaquillonas a la cola, porque demora más entre el parto y el ciclo y tiene grandes chances de quedar vacía al próximo servicio. Es preferible una vaquillona vacía que una vaquillona preñada a la cola”, diferenció.
 
En un escenario de costos dinámicos, Melo le recomendó a los invernadores comenzar a manejarse con una trilogía de precios: el que paga por el ternero que compra, el del novillo que vende y el valor al que produce el kilo vivo.
 
“El sistema permite manejar mejor los números. La característica será que como invernadores vamos a manejar mucha plata, pero la rentabilidad no será mucha”, alertó.
 
El macho se recría. Para producir más kilos por novillo, el docente y consultor ganadero propuso el regreso a una recría del macho actualizada.
 
“En términos modernos, tiene que tener tres cosas; no debe tener restricciones severas de crecimiento, ganancia de peso permanente y una duración limitada, planificada en función del peso de faena”, enumeró el especialista.
 
En un modelo de recría, las restricciones severas son aquellas que no son compensables en un período de realimentación del animal. Las más perjudiciales son las sanitarias.
 
“Esto implica que hay que diseñar un calendario sanitario más allá de la vacunación de la aftosa”, alertó Melo.
 
Luego de las enfermedades encolumnan las carenciales por deficiencia de elementos, y que se pueden corregir con la aplicación de los minerales y por último las alimenticias.
 
“Es más importante la proteína que la energía. Un animal en crecimiento hace más músculo que grasa, por lo que darle grano es lo que menos importa. Es importante tenerlo sano, con minerales y comiendo pasto”, resumió el especialista.
 
Durante su estadía en la recría, la ganancia de peso debe ser permanente.
 
“El animal debe modificar no sólo su tamaño sino también su estado. Ambos son los elementos que constituyen el peso vivo. En muchos casos, en la recría tradicional el novillo modificaba su tamaño, perdiendo estado corporal, y manteniendo el peso”, recordó Melo. El resultado: un novillo más grande, pero más flaco.
 
Fuente: Alejandro Rollán, La Voz del Interior; Cuenca Rural.

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