Una pregunta incómoda: ¿Vale la pena seguir formando parte de la Argentina?
Frente a la creciente exigencia de tributos. Para el Estado nacional argentino la región pampeana no está habitada por empresarios y trabajadores, sino por siervos de gleba, campesinos que tienen el derecho a trabajar una porción de tierra a cambio de pagar al señor feudal un canon que en la Europa medieval consistía fundamentalmente en la entrega de mercadería o dinero.

El siervo medieval se sentía una persona libre, pero no podía abandonar la tierra que tenía su cargo, así como tampoco ser desposeída de la misma sin un motivo válido. El equilibrio de la relación entre siervos y señores se sostenía en el hecho de no pedir más de lo necesario para que los campesinos pudiesen sustentar a sus familias y repetir el ciclo productivo año tras año.
Pero en la Argentina ese pacto tácito –tal como sucedió en 2008– está nuevamente a punto de romperse, pues el Estado nacional comenzó a exigir tributos en función de sus necesidades sin advertir el impacto de tales demandas en las comunidades habitadas por los siervos.
La creciente extracción de recursos de la zona pampeana contrasta además con la escasa exigencia de tributos solicitada a las regiones con producciones petroleras o mineras, donde no existen decenas de miles de Pymes (siervos) agropecuarias, sino grandes corporaciones que tienen tanto o más poder que el propio Estado nacional.
Las regiones petroleras y mineras incluso recibieron hasta el año 2018 regalías sojeras por medio de los aportes provenientes del Fondo Federal Solidario (término por demás cínico), mientras que jamás se redistribuyeron de la misma manera las regalías petroleras ni las mineras.
Estonia, un territorio pobre mientras formó parte de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, se transformó en una nación próspera luego de lograr su independencia en 1991. A veces menos es más.
Quizás llegó el momento de comenzar a realizar algunas preguntas incómodas, pero necesarias frente a la recurrente actitud de un señor feudal que no parece interesado en conocer la opinión ni la condición en la que se encuentran sus siervos.
¿Cómo serían las comunidades de base agropecuaria si pudiesen vivir sin la necesidad de transferir ingentes recursos al Estado nacional? Si se realizase un sufragio, por ejemplo, en las provincias de Córdoba y Santa Fe, ¿cuántas personas optarían hoy por dejar de ser parte de la Argentina para comenzar a gozar del pleno derecho de usufructuar el resultado de su trabajo?
Los Estados nacionales nacieron con el propósito de sumar por medio del logro de metas que, por sí mismas, la regiones que lo integran no podrían alcanzar jamás. Pero si el Estado opera como una máquina de restar, entonces se transforma en un instrumento disfuncional.
Ezequiel Tambornini
Fuente: Valor Soja