Reseteo monetario global: porqué es estratégico promover el crecimiento sostenible del sector agroindustrial
A propósito de la expansión desmedida de liquidez. Robert Kiyosaki, autor de “Padre rico, Padre pobre”, dice que sólo ahorra en oro y plata físicos porque la gente en algún momento se va a dar cuenta de que el dinero es falso.

No es el único que teme un colapso del sistema monetario vigente. Los bancos centrales de la Federación Rusa y China comenzaron en los últimos años a incrementar sus reservas de oro.
Desde 1971, cuando el entonces presidente de EE.UU., Richard Nixon, declaró formalmente el fin del patrón “oro-dólar”, ninguna moneda en el mundo tiene respaldo alguno en un activo físico concreto.
En el último medio siglo la expansión monetaria masiva, que puede observarse, por ejemplo, en el crecimiento del valor del oro en papel moneda, fomentó la especulación y el endeudamiento de manera desmedida para promover una orgía consumista que sobreexigió por demás la capacidad de regeneración de muchos ecosistemas. La emisión ciclópea de gases de efecto invernadero registrada en las últimas cinco décadas es esencialmente un fenómeno de origen monetario.
Este año desastre económico generado por el encerramiento global provocado por la pandemia del Covid-19 potenció la expansión descontrolada de liquidez a niveles inauditos. En ese contexto resurgieron en muchos países los debates sobre el reseteo monetario global.
El último reseteo monetario mundial ocurrió en julio de 1944, durante la conferencia de Bretton Woods (EE.UU.), en la cual se acordó que el valor de todas las divisas del mundo sería fijado en función del valor del dólar estadounidense, y el dólar, a su vez, sería una moneda convertible a un valor de 35 dólares por onza de oro.
Y antes de eso el presidente de EE.UU. Franklin D. Roosevelt, por medio de la “orden ejecutiva 6102” de 1933, ordenó a los ciudadanos estadounidenses que entregasen al Estado sus reservas particulares de oro –con la amenaza de prisión por hasta diez años si no lo hacían– a cambio de 20,6 dólares por cada onza troy, luego de lo cual procedió a empomar a la gente al devaluar el oro a 35 dólares por onza.
Cuando colapse el actual sistema monetario será necesario configurar uno nuevo para establecer las reglas de juego generales a partir de las cuales se distribuirán los recursos a escala global. El sistema actual está diseñado para premiar al sector financiero en desmedro del productivo. Es bastante probable que, luego de la borrachera del dinero ficticio o basura, se vuelva a establecer un nuevo patrón monetario sustentado en activos físicos.
Cuando surgió el patrón oro en la segunda mitad del siglo diecinueve, el mundo, por entonces, era bastante diferente al actual. Ahora tenemos que alimentar a un población mundial de 7658 millones de personas –en constante crecimiento–, gran parte de las cuales se encuentran hiperconectadas y requieren cierta cantidad de bienes y servicios para llevar adelante lo que se considera una existencia digna.
El oro será, como siempre, un activo sustancial, pero ya no será suficiente para determinar el activo subyacente de un nuevo patrón monetario mundial, especialmente si tenemos en cuenta que la potencia emergente de China es deficitaria de casi todas las materias primas esenciales (commodities) que se requieren para hacer funcionar la economía.
En tal escenario, los recursos agroalimentarios, energéticos y minerales –cuya demanda es constante porque son la base de la civilización humana– podrían llegar a ser la base de la configuración del nuevo sistema monetario mundial, razón por la cual las naciones que dispongan de los mismos pasarán a tener un lugar preponderante.
Por supuesto: ese privilegio podrá materializarse siempre que exista una política orientada a promover la producción sostenible de tales recursos, los cuales, lejos de surgir por aparición espontánea, requieren un esfuerzo mayúsculo de inversión y conocimiento en un marco de previsibilidad institucional.
Fuente. Ezequiel Tambornini – Valor Soja