Opinión. Tramas sorprendentes, finales inesperados y políticas agropecuarias.
Un buen cuento tiene dos argumentos, uno central, por el cual navegamos orientados con la carta que nos presenta de manera franca el autor, con un camino demarcado y con un hilo conductor que nos sumerge en el relato. Un relato con su lógica y con algunas pequeñas sorpresas, más o menos previsibles, que hacen que la lectura sea amena.

Pero lo genial, es darse cuenta recién en el último párrafo, que fuimos embaucados y siempre existió un cuento paralelo, con alguna clave minimalista que pudo haber sido detectada, o insinuada por momentos de manera subrepticia, pero que brutalmente recién aparece en el párrafo final. Momento en el cual se corre el velo, y en ese instante se entiende de qué se trataba todo. Esa sorpresa, nos toma en general con la guardia baja, y el genial engaño, es en definitiva lo que hace más atractiva la historia.
"Hombre de la esquina rosada", de Jorge Luis Borges, es un cuento donde el autor materializa la sorpresa en una sola frase final. En ese momento recién entendemos que lo que creíamos que era el argumento central en realidad era una diversión. Y sentimos en un segundo la inesperada estocada final, la cual en definitiva era el propósito inicial. Ahí todo culmina y ya no hay vuelta atrás.
En las negociaciones entre partes, suelen suceder situaciones similares. En especial frente a quienes conocen el arte del toma y daca, y trabajan con estrategias que nunca revelan el objetivo buscado, el cual se lo reserva celosamente para el gran final.
Los productores agropecuarios, somos en general bastante obvios, lineales y predecibles a la hora de explicar nuestras posturas en una mesa negociadora. La agenda gira en derredor de la baja de impuestos, menos burocracia, financiación y mercados libres y transparentes. No mucho más complejo que eso, y generalmente carente de toda codicia. Habitualmente se presentan como propuestas simples y previsibles, con solo un argumento central.
Con pocas directrices, y con una cancha abierta y libre, nos sentimos cómodos para aumentar las producciones y generar una avalancha de inversión. Pero al no pedir ninguna prebenda, ni ventaja en particular sobre los otros, se termina desnudando un flanco muy vulnerable. Y se descubre que la gran fortaleza de la competitividad y tecnología de punta aplicada por la denominada "producción primaria", es paradójicamente su mayor debilidad. Y eso en una mesa de negociación tanto con otros sectores del agro como con gobiernos, deja libre un costado por el cual quienes no se sienten tan seguros de su propia competitividad, saben que pueden arremeter y reclamar su "tajada" de la producción, y así intentar cubrir algunas de sus propias ineficiencias.
Estas "tajadas" han sido muchas históricamente, como por ejemplo DEX (Retenciones) para exportaciones agro y no para industriales, tipos de cambio e impuestos diferenciales según supuestos "agregados de valor", o la lisa y llana intervención en los mercados.
Salvo en pocas ocasiones, la balanza siempre se inclinaba para presionar más por los recursos agro, particularmente apuntando a la denominada "producción primaria" que al resto de otros sectores.
Abogar por la equidad en el esfuerzo entre distintos actores productivos ha sido una predica en el desierto.
Hasta ahí sería un resumen (sumarísimo) de la esencia de una suerte de "Historia universal de las negociaciones del agro argentino".
Pero estos días los sectores del agro están reunidos en una mesa multi representada agroindustrial, donde el público se renueva más rápido que los actores. Cada tanto se ve alguna que otra cara nueva, pero la trama es siempre la misma. Participar en estos encuentros es fundamental, también lo es llevar buena voluntad y buna fe a la mesa con espíritu de lograr el bien común. Si no, ¿cómo hacemos para encontrar las salidas que necesita Argentina? Hay que estar presentes y negociar, sin lugar a duda. El peor lugar para los productores agropecuarios es estar alejado de la mesa donde se discuten las políticas.
Los productores disponen de información suficiente, como para que no se presenten cifras voluntaristas con escaso o nulo respaldo técnico, anticipando inversiones y producciones que supuestamente van a crecer por el solo hecho de plasmarlas en un papel, aunque ninguna política sustancial cambie. La presencia e información de parte del sector productivo es la que puede poner en caja cuáles pueden ser las proyecciones reales, y a estimar lo que se puede aspirar si realmente se aplican las políticas adecuadas.
Lo importante ante la convocatoria a discutir políticas agro no solo es reunirse, sino saber que la jugada final de una negociación, al igual que un buen cuento, está en la última frase que cierra definitivamente el acuerdo. Y ser conscientes también, que esa frase, aunque sea la última, quizás ya estaba escrita en otro lugar y antes de empezar el cuento.
El autor es productor agropecuario
Santiago del Solar
Productor agropecuario.
Fuente: Santiago del Solar – Diario La Nación