REFORMAS PARA CONSERVAR EL PODER, POR ADRIÁN VENTURA
No era difícil predecir que la presidenta Cristina Kirchner se presentaría para otro período. Ahora, no es difícil prever que, en caso de resultar elegida, intentará reformar la Constitución nacional para asegurarse la reelección indefinida.
Por lo menos, se reclamará esa reforma para evitar que la mandataria se convierta, después de diciembre de 2011, en un pato rengo, como se llama en los Estados Unidos a un presidente que se avecina al ocaso de su mandato.
El primer paso será el 14 de agosto: ese día se harán las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias, las llamadas PASO . En los últimos días circularon versiones sobre la suspensión de las PASO. Pero, para ello, no basta un decreto de necesidad y urgencia, sino que se necesita lograr la mayoría para sancionar una ley electoral o un fallo judicial. Según esas versiones, dado que cada partido ya eligió a su candidato en forma anticipada, no sería necesario realizar las PASO, cuyo resultado podría ser incómodo para la Presidenta si ella no obtuviera un porcentaje muy elevado de votos que confirmara la teoría oficial de que ya se ganaron las elecciones de octubre.
Sin embargo, las PASO sí se harán. Si bien están en estudio algunas presentaciones judiciales para pedir la inconstitucionalidad de la ley, los jueces electorales más destacados no creen que puedan ser sólidas y dejan trascender que no prosperarán. También hubo consultas políticas, y el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, confirmó que las internas sí se realizarán.
El segundo paso -sueña el Gobierno- será sencillo: ganar las elecciones de octubre.
Pero para evitar que después de diciembre ese poder se evapore rápidamente, es muy probable que se vuelva a menear la posibilidad de hacer una reforma constitucional.
La reforma constitucional podría consistir en introducir una indigerible cláusula que autorice la reelección indefinida -como ocurre en Santa Cruz y en otras varias provincias- o bien un sistema parlamentario que prometa llegar revestido con todas las virtudes necesarias para poner fin al autoritarismo vernáculo. En ese caso, el Gobierno volverá a prometer no sólo continuidad del modelo, sino, también, institucionalidad. La trampa estará tendida.
Pero el parlamentarismo es muy complejo de aplicar:
Fue desarrollado en Inglaterra durante los últimos ochocientos años y allí funciona bien porque los ingleses tienen una tendencia a mantener la estabilidad de las instituciones. Nosotros lo copiaríamos, con adaptaciones, en un abrir y cerrar de ojos.
El Parlamento elige un primer ministro, que, por definición, puede ser reelegido indefinidamente por una mayoría parlamentaria y dura mientras ésta lo respalde. En el Reino Unido, Margaret Thatcher gobernó 12 años; en Alemania, Helmut Kohl estuvo 16 años, y en Italia, Berlusconi lleva más de diez. Los primeros ministros pueden durar más que un presidente. Pero también hubo primeros ministros italianos que se desmoronaron en seis meses.
La moderación del poder, que sí se logra en Inglaterra y en Alemania pero no en Italia, sólo es posible si los parlamentarios, como ocurre en el Reino Unido, se sujetan a leyes y a costumbres y tradiciones no escritas.
El régimen funciona mejor donde hay dos, tres o cuatro partidos que arman alianzas, pero es incompatible con la fragmentación de los partidos.
Los jueces pierden la facultad de declarar inválidas las leyes (algo de lo que siempre reniegan los presidentes) y esa facultad pasó a un órgano concentrado.
En suma, el parlamentarismo podría convertirse en un caballo de Troya.
Fuente: La Nación, Agrositio.