El súper precio de la soja y lo que queda en el camino: por qué "vale" la mitad que en Uruguay
La soja superó ligeramente la marca de los 590 dólares en Chicago durante la sesión nocturna del lunes y la reciente tendencia de los precios hace surgir títulos de rigor, como: "Registros máximos de los últimos 8 años"; "La demanda china impulsa las cotizaciones"; "Fondos de inversión no se desprenden de sus posiciones compradas"; "El poroto se acerca a los máximos históricos de 2012"...
Todo esto y mucho más suele escucharse en los distintos medios que difunden esta auspiciosa noticia para el país y los diversos actores que participan de la cadena productiva. Nuevamente la soja ha vuelto a ser protagonista de la realidad económica argentina.
Lo que generalmente se soslaya en estos comentarios es que el mercado de Chicago actúa como el mejor referente mundial para el precio de los granos, pero lo que reflejan sus pizarras no se corresponde con lo que acontece en nuestro país.
Efectivamente, y a pesar de registrarse un máximo de u$s 590 en las cotizaciones de Chicago, a nuestros precios locales se le deben deducir, de esa atractiva cotización internacional, los derechos de exportación (mal llamados "retenciones"), que se traducen en precios locales de alrededor de u$s 350, como los que reflejan las cotizaciones del Matba-Rofex para sus posiciones cercanas.
Además, y este no es un dato menor, debe deducirse de este precio la brecha existente entre el dólar oficial y cualquiera de las versiones bursátiles de la divisa, que contrae los precios locales a alrededor de los u$s 215 en la versión Dólar MEP y aún algo menos, si se opta por la versión "contado con liquidación".
Resulta grotesca la compensación que reciben nuestros productores si lo comparamos con lo que recibe un agricultor sojero brasileño, paraguayo o uruguayo.
En este último caso, el vecino separado de Entre Ríos por el puente Gral. San Martín vendía ayer su mercadería, puesta en el puerto de Nueva Palmira, a casi el mismo precio al que se negocia la posición de entrega para el mes de julio en Chicago, alrededor de u$s 550 por tonelada o sea 2,5 veces más que un productor de este lado del río.
Al brutal recorte de precios que ya sufren nuestros productores faltaría agregarle Ingresos Brutos, impuesto a las Ganancias, Bienes Personales, los anticipos de estos últimos dos, retenciones de IVA de difícil recupero, impuesto al cheque, etc.
Paralelamente al aumento que experimentaron los granos en el contexto internacional, debe adicionarse una marcada suba en los insumos requeridos para producirlos; han aumentado nutrientes y herbicidas incluso a un ritmo superior a la mejora que experimentaron los granos. Esta también es una tendencia mundial, aunque los precios de estas materias primas, indispensables para la producción, se pagan con un tipo de cambio que no se corresponde con el mismo al que los productores venden su mercadería.
Las noticias y comentarios que inevitablemente sobrevienen, a partir de la ya mencionada suba de los granos, tienen que ver con la inflación de los alimentos y la necesidad imperiosa de desacoplarlos del mercado internacional.
Volverá a insistirse con la vieja línea argumental que sostiene que la suba de los alimentos en las góndolas obedece básicamente a la mejora generada en el mercado internacional.
Se volverá a asegurar lo útil que resulta desacoplar aquellos precios de estos, aunque sin mencionar que, de hecho, los precios internos de nuestros granos ya se encuentran divorciados de los externos por efecto de los derechos de exportación que imponen una restricción para que nuestros productores logren alcanzar el precio internacional pleno que logra el resto del mundo.
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No resulta necesario destacar que esto no funcionó nunca, ni con restricciones a la exportación ni con retenciones ni con ambas cosas a la vez.
Curioso resulta observar que nuestros países vecinos registran índices de inflación del 4 al 4,5% anual cuando en el nuestro esa medición alcanza al 4,8%, pero mensual en marzo, cuando en realidad esta sostenida mejora de los precios internacionales ocurrió en todo el planeta.
Aun así, a pesar de estos contratiempos, y asumiendo el riesgo climático inherente a toda actividad productiva que se desarrolla "a la intemperie", el productor argentino se prepara nuevamente a sembrar la próxima campaña 2021/22 de granos finos, que probablemente marque otro récord de superficie y logre alcanzar un resultado suficientemente amplio como para cubrir las necesidades domésticas de nuestro mercado interno y un abultado saldo exportable.
Esto habla del extraordinario potencial que tiene el campo argentino que, aun recogiendo en todos los cultivos que produce una parte exigua del precio internacional, sigue apostando a incrementar áreas de cultivo, generando en cada campaña un caudal de divisas indispensable para el desarrollo del país.
Fuente: Cronista