“TENEMOS POCAS CABEZAS, DEMANDA INTERNA EXCEPCIONAL Y MERCADO ORIENTADO HACIA ELLA”

El analista ganadero pidió reflexionar “acerca de lo que nos espera durante los próximos 4 años y de qué manera el sector transitará el período K. No podemos ser para nada apocalípticos en cuanto al futuro de los precios de la hacienda”.

“TENEMOS POCAS CABEZAS, DEMANDA INTERNA EXCEPCIONAL Y MERCADO ORIENTADO HACIA ELLA”

 

Con el antecedente electoral del 14 de Agosto los argentinos en general y los que participamos del negocio ganadero en particular tenemos que reflexionar acerca de lo que nos espera durante los próximos 4 años y de qué manera nuestro sector transitará este período de administración K.


 

Entendemos que la carne es un producto emblemático de la economía familiar y este gobierno ha demostrado que así lo entiende y con ese concepto lo seguirá tratando. Por eso la Secretaría de Comercio Interior, a pesar de ser culpable de la inflación explosiva que sufrió la carne durante 2010, se esmeró en mostrar que esa indexación no existía en su propia realidad, con programas como carne para todos, baratas de supermercados, feedlots de terneros holando, viandada de picadillo, etc…


 

Lo más claro es que todas las políticas estarán destinadas al abastecimiento fluido del consumo local, y la exportación seguirá siendo un porcentaje muy bajo de la producción que se utilizará como moneda de cambio con los frigoríficos que tienen interés de exportar, que son cada vez menos, con el objetivo de volcar cortes baratos a la calle.


 

También es casi seguro que la distribución de la propiedad y manejo de los frigoríficos seguirá concentrándose en operadores locales con buena llegada a Guillermo Moreno, y continuará el éxodo de grupos extranjeros que compraron entre el 2003 y 2007.


 

Ya sería un hecho la venta de las plantas de la norteamericana Cargill, adquiridas a Finexcor hace muy pocos años. Por un lado habría vendido la planta santafecina de Nelson al grupo local agroindustrial Vicentín, operador desde hace varios años en la planta Friar, situada en la ciudad de Reconquista de la misma provincia. Por otro lado estaría en proceso de transferencia la planta de Bernal, a un consorcio de cuatro tradicionales operadores de la carne, con lo cual se desprendería de todos los frigoríficos argentinos adquiridos por la multinacional en 2004.


 

Es probable que el grupo brasilero JBS Friboi, comprador de Swift, entre otros, también emprenda la retirada en los próximos tiempos, por lo menos en forma parcial. Hace un año que está operando menos de la mitad de las 6 plantas que compró, a pesar de que las relaciones bilaterales entre Argentina y Brasil hayan logrado detener los intentos de venta en varias ocasiones.


 

La realidad es que estas adquisiciones han sido financiadas en su mayor parte por el Banco do Brasil, así que las pérdidas millonarias que generan estas inversiones también afectan de alguna manera a la administración de Dilma. Las otras dos extranjeras que entraron al negocio en la década del 2000 presentan distintas estrategias.


 

Por un lado el grupo brasilero Marfrig que opera Quickfood, AByP, Estancias del Sur y Best Beef ha orientado el negocio al mercado interno en mayor proporción de lo que históricamente estaba habituado, además de integrarse verticalmente hacia la producción adquiriendo campos y rodeos de cría en el NEA, y realizando contratos de recría y engorde con productores ganaderos.


 

Finalmente la planta de Tyson en La Pampa, compartida con otras dos empresas transnacionales ya lleva bastante tiempo faenando en forma errática y con bajos volúmenes, por lo que se puede presumir que si no se vende es porque no hay interesados.


 

Con este panorama de la mayor parte de la industria que antes era exportadora, queda clarísimo que el futuro inmediato del negocio estará en manos de operadores que tienen todo el oficio para trabajar en el abastecimiento interno, orientados más a las carnicerías que a los supermercados por todos los beneficios de costos formales e impositivos que caracterizan este tipo de comercio, como única herramienta de llegar con precios de venta a mano del consumidor.


 

La exportación residual estará más asociada a carne de vaca fresca o cocida con destinos diferentes del mercado tradicional europeo, como Rusia, Venezuela y otros estados de Europa del este y sudeste asiático. Es probable que los cortes finos sigan ofreciéndose en cuentagotas y ya no tengan casi influencia en la integración del novillo exportable como sucedía históricamente.


 

Con el supuesto de que el consumidor local seguirá siendo víctima de la inflación y la falta de hacienda, este se va a ir a comprar donde encuentre precios más bajos. Las categorías de hacienda que se adaptan a esta demanda son las más livianas que se comercializan por media res, y se faenan en mataderos mucho menos especializados que los grandes frigoríficos.


 

Por el lado de la producción entendemos que el ternero seguirá por unos años siendo una figurita difícil, por lo cual la relación de precio compra venta de la invernada será en promedio favorable al criador. Quizás esta ecuación haga que el negocio del engorde continúe reduciendo su margen tal como lo viene haciendo desde mediados del 2010.


 

Esto no impedirá que el feedlot siga alojando cerca del 70% de la hacienda que se destina a faena. Este sistema llegó para quedarse y la política oficial con el maíz estaría asegurando el costo accesible para su transformación en carne.


 

Asociado a todo lo anterior parece lógico suponer que la corriente integradora de frigoríficos y matarifes que se dedican al feedlot debería mantenerse e incluso acrecentarse, con lo cual parte de la torta que pertenecía al ganadero tradicional siga transfiriéndose a los sectores comerciales y agroindustriales.


 

Con las restricciones a la exportación y la falta de incentivos financieros e impositivos, no podemos esperar un fuerte incremento del stock de vientres. Si bien es cierto que esta recuperación se está dando, lo hace a un ritmo acorde a los precios y el clima que acompañan por el momento, pero no están asegurados para los próximos años.


 

Tampoco se observan inversiones provenientes de fuera del sector que apuntalen la recuperación de los planteles, y probablemente no aparezcan en la medida que la carne se siga depreciando contra el dólar.


 

El panorama externo está más incierto que nunca, pero con una participación inferior al 10% de la exportación sobre el abasto local no deberíamos temer demasiado que una recesión mundial afecte los precios de nuestro ganado.


 

En definitiva no podemos ser para nada apocalípticos en cuanto al futuro de los precios de la hacienda porque tenemos pocas cabezas, una demanda interna excepcional y un mercado orientado hacia ella.


 

Tampoco encontramos motivos para pensar que con esta administración haya posibilidades de experimentar una transformación en cantidad y calidad de nuestra cadena productiva. Esa ilusión se verá postergada varios años más.


 

Fuente: B. Castillo, Agrositio.


 

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