LA CARNE SEGUIRÁ ESTANDO DURA
Más allá de la continuidad de la actual política de carnes, los frigoríficos no avizoran cambios hasta dentro de dos años, cuando mejorará la oferta.
Si bien ellos y los consumidores no dudan de la terneza y la calidad de los cortes que ofrecen, los frigoríficos tienen la sensación de que su actividad no será fácil en los próximos años. Va a ser como si la carne que intentarán comercializar fuera dura y no apta para su consumo. Con la diferencia de que la dureza no estará dada por las condiciones intrínsecas del producto, sino por las dificultades domésticas que, según los industriales, se mantendrían sin cambios en un posible próximo gobierno de Cristina Fernández; al menos durante los primeros dos años.
Más allá de la continuidad de la actual política de carnes, de exportaciones reguladas a cambio de una contribución obligatoria de cortes baratos al consumo interno, los empresarios frigoríficos no avizoran cambios profundos en los próximos dos años. Ese es el tiempo que le llevará al ciclo ganadero recomponer la oferta de carne, que hoy se encuentra por debajo del nivel de hace 16 años.
La recomposición del stock ganadero ya muestra señales concretas. La retención de vientres cumplió en junio 14 meses ininterrumpidos, según datos de la industria. La participación de las hembras en la faena durante el primer semestre promedió 38,8 por ciento, el protagonismo más bajo de los últimos 22 años.
Mientras esperan la llegada del alivio, lo más probable es que nada cambie. El mundo se ha acostumbrado a que la carne argentina es escasa y, más allá de cualquier nostalgia inicial, los consumidores la han reemplazado por otros proveedores. Una señal de que a la industria no le será fácil recuperar mercados, más allá de que vuelva a ser competitiva.
En los últimos cinco años, las restricciones comerciales impuestas por el Gobierno a la carne argentina han sido de las más variadas: desde la suspensión temporal de las exportaciones hasta la fijación de precios internos para la hacienda. Este menú convirtió al producto vacuno en el decano de las intervenciones oficiales.
Le encontraron la vuelta. En ese escenario, el sector industrial sufrió las consecuencias. En el último lustro, se cerraron alrededor de 30 frigoríficos en todo el país; las dimensiones de semejante ajuste son las que permiten hoy a la mayoría de las que están con las puertas abiertas trabajar en un punto de equilibrio. Todas están a la espera de que el piso de faena esté próximo.
La Secretaría de Comercio Interior permite hoy a los frigoríficos exportar un kilo de carne a cambio de aportar al mercado interno 2,5 kilos de cortes populares, en cuya lista figura el asado al módico precio de 10,50 pesos el kilo. Es el mismo valor que en 2007, cuando el precio vivo del novillo era de 2,70 pesos el kilo: hoy cuesta 8,20 pesos. En un intento por atenuar los gastos que tiene esta imposición, la vaca ha vuelto con fuerza a la faena con fines internos. En el último año, su valor en pie subió 33 por ciento. La categoría que antes se iba a Rusia para manufactura, hoy se destina como corte popular.
Este esquema “solidario” es la única opción que tienen los frigoríficos exportadores para poder vender al exterior. De optar por buscar un lugar en un mercado interno, que se ha reducido al nivel más bajo de los últimos 20 años, a todos les sobraría personal, con lo que se agravaría más el cuadro laboral que atraviesa la actividad.
El advenimiento de una mayor oferta ganadera dentro de dos años ayudaría a los establecimientos de faena a aliviar el cuadro actual de subsistencia por el que atraviesan. Más cantidad de novillos significa más materia prima para procesar a un menor costo. Sin embargo, hay coincidencia en toda la cadena que la carne abandonará su dureza cuanto la política de restricción se convierta en promoción y estímulo.
Fuente: Alejandro Rollán, La Voz del Interior; FyO.