La sequía acecha en Corrientes y en una empresa perdieron el equivalente a $1000 millones

El fuego no da tregua en Corrientes, las llamas avanzan por el territorio asolado por la sequía y las altas temperaturas que hicieron un escenario proclive a los incendios.

La sequía acecha en Corrientes y en una empresa perdieron el equivalente a $1000 millones

En este contexto, los establecimientos forestales sufren la pérdida de una gran cantidad de hectáreas de bosques por el avance del fuego y la crisis hídrica. A su vez, los productores ganaderos que no han sido alcanzados por las llamas hacen lo posible para que sus animales sobrevivan a tres años consecutivos de bajas precipitaciones.

El domingo último se inició un foco entre las localidades de Ituzaingó y Villa Olivari, en el nordeste provincial, a unos 240 kilómetros al este de la capital, que ya arrasó con más de 5000 hectáreas, la mayoría de ellas de plantaciones de pinos y el resto de cañadas. El incendio aún continúa, pero está “controlado”, según dijo a Télam el subdirector de Defensa Civil, Bruno Lovinson.

Según el último relevamiento realizado por el INTA, al 20 de febrero se habían quemado 100.566 hectáreas (1,13%) de la cobertura provincial. El 91% de la superficie identificada corresponde a esteros, bañados y malezales, con 90.161 hectáreas. En tanto, 958 hectáreas son de bosques cultivados y 1961 de bosques nativos.

En sus más de 25 años de experiencia en la forestación, Gumercindo Irala no recuerda haber vivido una situación similar. Es gerente forestal de Pomera Maderas, una empresa que en el norte de la provincia de Corrientes, en un radio de 80 kilómetros de la localidad de Virasoro es propietaria de 26.000 hectáreas de plantaciones forestales, de las cuales 12.000 hectáreas son de eucaliptus, otras 12.000 de pino y 2000 de especies no tradicionales.

“Por la sequía, estos dos años ya hemos perdido 300.000 metros cúbicos de crecimiento de las plantaciones. Equivale a aproximadamente 1000 millones de pesos”, dijo.

“La pérdida más fuerte que estamos teniendo es en el crecimiento. El pino en promedio crece 22 metros cúbicos por año y el eucaliptus alrededor de 30 metros cúbicos; en ambos casos, por la sequía el crecimiento cayó aproximadamente un 40% en los últimos dos años”, detalló.

Irala explicó que esta disminución del crecimiento e, incluso la muerte de algunas de las plantaciones, “se sintió fuertemente en 2021, 2022 y parte del 2023.

En rigor, según un informe de INTA, desde 2020 en adelante se fue acrecentando el déficit hídrico, siendo un 35% mayor en 2021 respecto a 2020 y un 100% mayor si se compara 2022 con 2021. “Esto afecta negativamente en el crecimiento de pastos y cultivos, la disponibilidad de agua para bebida animal y riego y acumulación de agua en el suelo, represas y tajamares”, alertaron.

Por otro lado, Irala señaló que en las plantaciones nuevas están teniendo resultados “muy negativos”.

“Muchas plantas mueren por falta de agua o tenemos plantaciones muy desparejas que se deben replantar de dos a tres veces fuera de lo normal. A su vez, la calidad de la plantación cae. En un año normal esta época es buena para plata plantar pero con estas altas temperaturas y la sequía la mortandad es de un 30% a 40%”.

El déficit de precipitaciones afectó a todo el territorio correntino. De acuerdo a información del Sistema de Información de Sequías para el Sud de Sudamérica (Sissa), un 41,92% de la superficie, que equivale a 37.171 kilómetros cuadrados, está en estado de “sequía extrema”; un 38,76%, 34.365 kilómetros cuadrados, en “sequía excepcional”, y el restante 19,32%, 17.128 kilómetros cuadrados, en “sequía severa”.

 

En ese contexto, Pablo Sánchez, presidente de la Asociación de Sociedades Rurales de Corrientes, señaló: “La situación en Corrientes es extremadamente complicada, estamos peor que el año pasado con los incendios. Hoy la situación es mucho más grave, no tenemos reservas forrajeras para el invierno, se va a producir una reducción del stock producto de la venta forzada. No hay pasto para alimentar al ganado y también otras actividades han sido muy afectadas, como la arrocera, la citricultura, la forestación y la yerba”.

El fuego no da tregua a los correntinos que, para esta época del año pasado, ya habían sufrido la quema de 1.042.514 hectáreas, el equivalente al 12% de su territorio.

Por otro lado, el dirigente alertó que se está produciendo mortandad de animales y esto se va a ageravar con la llegada del invierno. “No se avizoran lluvias importantes y hoy estamos en un punto en el que, a pesar de que se den esas lluvias, no se va a poder recomponer el pastizal para poder alimentar al ganado”, dijo.

 “Este año, en esta zona hay pocos incendios porque por la sequía nos quedamos sin pasto, los campos están pelados y las vacas caminan arriba de la tierra”, expresó la productora Belén París, que junto a su hermano Federico administran la estancia “La Concepción”. Es una empresa agropecuaria familiar que hace cría de ganado en el kilómetro 82 de la ruta 119, en la localidad de Mariano I. Loza.

Indicó que están sacando vientres, es decir las vacas listas para fabricar un ternero para, por un lado, financiar la compra de forraje para alimentar al resto de los animales y, por otro, bajar la carga de hacienda del campo por el estado en el que se encuentra. “Hasta el momento vendimos el 20% de los vientres, de lo contrario no van a poder pasar el invierno y posiblemente tengamos que vender hasta el 50% para que no se nos mueran en el campo. Es triste porque son vacas que te salen muy caras hacer porque además invertimos en genética y las vendés muy baratas” reflexionó.

En el campo invirtieron $5 millones en perforaciones y estructuras para la distribución de agua, porque se quedaron sin el recurso natural y se triplicó el gasto de la compra de forraje.

“Encima, la burocracia de los entes reguladores y del Estado en general hace la situación mucho más compleja, siendo que estamos en una situación de emergencia, Es traba tras traba. Sumado a que no nos ayudan, no paran de poner piedras en el camino”, agregó.

Indicó que se duplicó el gasto en el costo sanitario por el estrés de los animales. “Es desmoralizante. Genera mucha angustia y te provoca desesperación porque nos da miedo desaparecer siendo que es una actividad que realmente nos apasiona”, señaló.

Fuente: Diario La Nación 

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