La sequía pasó, pero reducirá un 10% la oferta habitual de terneros en 2024 y provocaría una nueva escalada de los precios de la carne
En breve se define un nuevo gobierno. El cambio de autoridades se va a dar en paralelo con el cambio en el ciclo ganadero. Se va a pasar de un período de sequía extrema, con liquidación del rodeo y una altísima faena y producción de carne, a otro de retención de vientres y bajísima oferta.
En 2023 la faena terminará por encima de los 14 millones de cabezas, en los niveles más altos de las últimas décadas. Computado octubre, el total supera las 12 millones de cabezas. En 2009, por la liquidación histórica de aquella sequía y el cierre exportador de Guillermo Moreno, la faena llegó a 16 millones de animales. Pero en los últimos 32 años sólo en cinco hubo faenas similares a las de este 2023.
Pero en 2024 la situación sería la inversa. Los analistas dicen que habrá entre 1 millón y 1,5 millón de terneros menos como consecuencia del incremento en la faena masiva de vacas que sucedió este año (con unos 800.000 animales adicionales) y al impacto del clima seco sobre las preñeces.
De confirmarse este dato, que el mercado da por descontado, habrá un 10% menos de terneros para la recría y engorde, pero también menos terneras para recuperar los vientres perdidos este año.
La oferta de hacienda de vientres y de ganado para el engorde será reducida y al mismo tiempo reaparecería el recriador (que agrega kilos en el campo, con pasto) pidiendo hacienda en la próxima zafra de terneros.
Los campos están recargando perfiles y se espera un clima mucho más benévolo con la producción el año que viene. El recriador que este año tuvo un papel entre secundario y nulo, volvería a tener protagonismo. El que perdería sería el engorde a corral, que está cerrando muy mal este ciclo.
Los feedlots se están vaciando, con pérdidas enormes de 65.000 pesos por animal cuyo valor es de 300.000 pesos. Los correales quedan descapitalizados en muchos casos, sin hacienda para reponer, y encima el año que viene competirán con los productores que contarían nuevamente con pasturas para pasar el otoño y el invierno.
Hasta que esos terneros terminen la recría y luego hagan el proceso de terminación en los corrales habrá que esperar, en el mejor de los casos, hasta fines del otoño. Es decir que antes del invierno que viene no habrá ganado terminado en cantidad, y por lo tanto existirá poca oferta para el consumo interno y también para la exportación.
El faltante de hacienda y el ciclo biológico propio de la ganadería condicionarán la oferta por varios meses, afectando no solo a los encierres a corral sino a la actividad frigorífica, que este año tuvo altos niveles de productividad y que trasladó al precio de la carne todo el incremento de la hacienda.
El tercer perjudica por los efectos de la seca en 2024 será el consumidor, ya que el contexto, al haber menos oferta, impactará en precios más altos en un contexto económico de alta inflación.
La poca disponibilidad de hacienda y el desbarajuste macroeconómico, tanto de precios como de costos, generaría un mercado con precios en suba. El único condicionante sería la capacidad de pago de la demanda interna. La equis a develar es hasta dónde soportará subas la carne, y qué eslabón de la cadena habrá el ajuste cuando diga basta a la muy probable suba de precios.
A juzgar por lo que pasó este año, el deseo del consumo de carne sigue intacto porque a pesar de la crisis económica la carne y la hacienda subieron 180% superando a la inflación y a los incrementos salariales y esto en un mercado muy ofertado.
Fuente: Bichos de Campo