Como respuesta a un problema agronómico de hace 20 años, Romina Fernández se puso a pensar, y pensó tanto que fue precursora en la investigación de los cultivos de cobertura.

El INTA Anguil es conocido como el semillero de los grandes investigadores. En las instalaciones de su Estación Experimental Agropecuaria se formaron y forjaron muchos bronces de la investigación científica de la talla de Beto Quiroga, Ernesto Viglizzo, Daniel Funaro, Guillermo Covas, Aníbal Pordomingo, Martín Monsalvo, solo por mencionar algunos.

Como respuesta a un problema agronómico de hace 20 años, Romina Fernández se puso a pensar, y pensó tanto que fue precursora en la investigación de los cultivos de cobertura.

También grandes desarrollos han surgidos desde esas tierras cercanas a Santa Rosa, capital de La Pampa, como la investigación de los primeros ensayos de la siembra directa, que quienes saben ubican su origen cerca de Pergamino, para trasladarse hasta el norte de La Pampa donde se hicieron sus incipientes ensayos.

Romina Fernández, otra de las investigadoras de fuste que nutre la lista de ese semillero pampeano, es también una de las precursoras de los inicios de los cultivos de cobertura. Esta práctica es la que estipula tener cultivos durante el invierno, es decir, entre los cultivos de renta que crecen durante el verano como soja, maíz o girasol, con el objetivo de mantener cubierto el suelo para protegerlo de la erosión, y brindar una rotación para que justamente los suelos, no acusen la factura del monocultivo.



Según explica Romina, que actualmente se desempeña como investigadora en el INTA Anguil, todo comenzó allá por el año 2002, cuando comenzó la aventura. “En aquel momento fue difícil instalarla como tecnología”, explica una de las creadoras de esta práctica agronómica a Bichos de Campo.

Para describir lo que sucedía antes de su investigación, Fernández traza: “Antes de los cultivos de cobertura, en general, en la rotación estaban instaladas las pasturas. Pasturas ya sea más permanentes, como Pasto Llorón, como Panicum, pastizales naturales, también por supuesto, y pasturas que son un poco más de corto plazo, que se llaman pasturas perennes, que las teníamos en la rotación entre 3, 4, 5, incluso 10 años, o alfalfas. Las alfalfas más viejas, duraban en la rotación hasta 10 años, que muchos productores las extrañan. Entonces, si bien la zona es mixta, alternan cultivos agrícolas, alternaban con pasturas”.

Es entonces cuando por varias razones, comienza a cambiar el mapa productivo de La Pampa, donde todo se originó, y eso llevó a tener que cambiar la forma de pensar los sistemas productivos. Ese momento lo ubica Fernández cerca del año 2000, que es cuando gracias a un precio mayor de cultivos de renta como maíces, soja o girasol, este último más errático, también vino acompañado de que, a partir de ese momento, las precipitaciones comenzaron a estar más presentes durante la etapa de los cultivos de verano.

“Se asociaron esos dos factores muy importantes y, muchos sistemas que hasta ese momento eran mixtos, agrícolas y ganaderos, donde la producción ganadera era la base pasaron a ser parte de tener la agricultura continua. Entonces, las pasturas se fueron de la rotación. Se empezó a ir un poco la ganadería también. Entonces, ahí hubo un cambio en el manejo de los suelos”, relata Fernández, quien reconoce que a través de los años, en este proceso en INTA Anguil comenzó a registrar problemáticas en los suelos, particularmente al manejo del agua y a la entrada de la misma al suelo, y eso los alarmó.



Entonces, Romina detalla: “Los suelos tenían problemas y había que empezar a solucionar. Esas soluciones deberían estar dentro de un marco agrícola, porque no se quería volver a la pastura. Recordemos que las raíces son la vedette para tener un suelo con muy buena salud. Gran parte de las raíces, aproximadamente entre el 40 y 50 por ciento, se transforman en materia orgánica, lo que le da salud al suelo”.

Esta situación, Romina la describe a la perfección y ejemplifica científicamente la cantidad de toneladas de raíces que se perdieron en este proceso: “Esta degradación estuvo asociada a la etapa más agrícola, pero los cultivos agrícolas han mejorado mucho genéticamente, nos dan muy buenos rendimientos y los necesitamos también, los necesitamos en la rotación. Pero vimos que haber sacado las raíces por gran parte del tiempo dentro de una rotación, ha perjudicado el suelo en cuanto a su calidad física, en cuanto a su calidad química y biológica. Entonces, los suelos se comenzaron a degradar, y esto significa que en un mismo evento de lluvia, en un suelo donde hay pasturas, gran parte de lo que precipitó entra. En cambio, en el mismo evento de lluvia, en suelo, en vías de degradación, entra quizás un 30, un 40, un 60, un 70 por ciento de lo que dice el pluviómetro”.



Fuente: Bichos de Campo

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