Nos estamos comiendo los suelo dice desde Rosario Soledad Aramendi, que pide competencia justa para poder invertir en una correcta fertilización
Se habla mucho de suelos. Desde la academia, desde los laboratorios, desde los escritorios de la política. Se habla de lo que exportamos sin reponer, de la necesidad de duplicar la fertilización, de cerrar la famosa brecha de rendimiento. Pero rara vez se escucha con atención lo que tienen para decir los productores. Los que están ahí, en el campo.

Hay una cuenta que pagar, y la factura ya llegó. El campo extrae más nutrientes de los que repone campaña a campaña. En los últimos 30 años, se han sacado minerales necesarios, que para reponerlos habría que gastar 30 mil millones de dólares, según las cuentas de la Asociación Civil Fertilizar.
Más allá de la cifra, la cuestión toma envergadura cuando se comienza a analizar el motivo por el que los productores no reponen lo suficiente. A primera vista la respuesta simple sería “retenciones”, pero si acercamos el ojo se pueden encontrar otros factores.
“La situación está muy complicada. La realidad es que tendríamos que fertilizar muchísimo más para duplicar la producción, pero los costos nos lo impiden”, resume Soledad Aramendi, presidenta de la Sociedad Rural de Rosario, pero en este caso hablando no desde el gremialismo sino desde su lugar de productora agropecuaria. Una que conoce de cerca lo que cuesta sostener un esquema agronómico ideal cuando la cuenta no cierra.
“Nos estamos comiendo nuestros suelos”, resalta varias veces en diálogo con Bichos de Campo durante la realización del Simposio de Fertilidad organizado en la ciudad de Rosario.
Y no se trata solamente del precio de los fertilizantes, que han bajado respecto de otros años. Hay factores estructurales más complejos. “El mayor problema está más allá de los tributos, son los alquileres. Tenemos una realidad que no es real. En plena sequía, en el núcleo de la Pampa Húmeda, donde realmente se perdía la producción, los alquileres se mantenían a costos irascibles”, denuncia.
“Eso realmente quita a muchos productores del mercado de la producción. Porque no se pueden mantener esos costos. Y por mantener esos alquileres, se quita inversión en lo que es la fertilización. Nos estamos comiendo nuestro suelo, nos estamos comiendo los nutrientes de esta Argentina”, asegura Aramendi.
La conversación con Soledad se da en un momento en que el deterioro de los suelos se ha convertido en una preocupación ambiental, agronómica y también geopolítica: si Argentina aspira a seguir siendo un proveedor confiable de alimentos, debería cuidar la base de su producción. Pero eso, en la práctica, está lejos de cumplirse. “No es tan simple. Es lo que se debe hacer, sí, pero hay que lograr que haya competidores y equidad en la competición, entre productores, cooperativas y acopios, para realmente poder invertir en la tierra, en el suelo, en la producción”, reflexiona.
Fuente: Bichos de Campo