La responsabilidad de los productores es cada vez mayor

“Hacer aplicaciones de calidad reduce el número de fallas y de aplicaciones, lo que da un menor impacto ambiental y un menor costo", destacó un experto.

El ingeniero agrónomo Esteban Frola, docente del módulo de Pulverización en Admite Agrícola 2013, brindó un pormenorizado detalle de todos los aspectos vinculados con esta práctica, que se expande y profesionaliza cada vez en los campos argentinos. En ese sentido, remarcó que la responsabilidad de los productores es cada vez mayor como para descuidar segmentos.

 

En los últimos años, contextualizó Frola, “con la aparición de nuevas plagas, enfermedades más agresivas y con condiciones ambientales no del todo favorables, se empezó a observar que los tratamientos con productos fitosanitarios pierden eficiencia. Y se experimentó con la eficiencia de las aplicaciones realizadas a campo para determinar la llegada del producto al objetivo, comparando el tipo de aplicaciones tradicionales y los resultados que se obtienen cuando la aplicación es monitoreada y dirigida al objetivo de control”.

 

Aseguró el especialista que “con éstos métodos se logra, por un lado, aumentar la eficiencia de los productos aplicados y, por otro, mejorar las cualidades de la máquina que realiza el trabajo, del personal empleado, además de lograr un menor impacto ambiental por la reducción del peso de la máquina. A la vez, un menor tiempo del caldo en el tanque se traduce en menor degradación del principio activo. Para llevar a cabo esos objetivos se toman decisiones agronómicas de manejo que permiten variar el tamaño y cantidad de impactos, logrando mayor penetración y llegada al objetivo de acuerdo a las condiciones ambientales y del cultivo que se tenga en ese momento”, sostuvo el consultor.

 

Hoy está muy familiarizado el concepto de que cuando se decide pulverizar, “sólo hay que preocuparse por las dosis, ver que todas las pastillas o picos apliquen más o menos parejo y después si las condiciones no son las adecuadas se aumenta un poco la cantidad de producto o el volumen usado para que moje más”, puntualizó.

 

Pero la realidad, según advirtió, es que se está poniendo en juego un capital muy grande cada vez que se carga la pulverizadora, sobre todo con el medio ambiente, “por lo que se debe ser cada vez más eficientes para que los agroquímicos y los aplicadores sean bien vistos socialmente. Se debe dejar de medir las aplicaciones con un único parámetro como es el volumen aplicado, para manejar el tamaño, número y distribución de los impactos, logrando una aplicación de calidad”.

 

Con respecto al uso de agua, Frola aseveró que “no se trata de tirar poca, sino manejar tamaño de gota y uniformidad”. Para cualquier aplicación, la elección del tamaño de la gota está determinada por la cobertura y la dificultad de llegar al objetivo. Para un barbecho sobre rastrojo de sorgo, la maleza está cubierta por el mismo y “el tamaño de la gota debería rondar los 200 micrones”. Si el rastrojo es de soja, la dificultad para impactar la maleza es menor trabajando a 3 BAR de presión y “con gota de 250 micrones se cumplirían los objetivos”.

 

Para medir la llegada del producto, según Frola es indispensable el uso de tarjetas hidrosensibles. En caso de aplicar con viento lateral, hay que colocarlas debajo de la mitad del botalón que no enfrenta al viento,  a cielo abierto, sin que nada se interponga a los impactos, para corroborar lo que está haciendo la máquina. Y en la misma medición, colocar tarjetas escondidas a la altura donde se pretende que llegue el producto.

 

La cantidad de impactos por cm2 de cobertura va a depender de la concentración de principio activo que lleve cada gota. “No es igual una aplicación de 80 litros de agua, que una con 25 litros. Considerando un tamaño de gota uniforme, cada impacto de la aplicación de bajo volumen tendrá tres veces más de concentración de principio activo. Obteniendo de 30 a 40 impactos por cm2 en la tarjeta a cielo abierto se estará logrando una buena aplicación”, estimó.

 

Para que la técnica de aplicación sea válida deben mantenerse premisas como el respeto del tamaño y el número de impactos, pero también el monitoreo de las condiciones ambientales (rangos de temperatura inferiores a 30°, humedad relativa superior a 40%, y vientos con velocidades menores a 18-20 Km/H) y tener en cuenta que cuando estas condiciones no son buenas se debe recurrir al uso y manejo de los coadyuvantes antievaporantes, que ayuden a proteger la gota que se está generando. “La importancia de esta protección se debe a que la gota que sale de la boquilla debe llegar al blanco con la mínima variación de tamaño.  El antievaporante juega un papel fundamental en la superficie de la gota expuesta a la evaporación, trabajando como regulador del tamaño de los impactos”, graficó.

 

Uno de los mayores temores durante la aplicación es el aumento de la deriva. Para minimizarla, hay que evitar las gotas menores de 100 micrones, tanto en aplicaciones aéreas como terrestres y se deben realizar gotas que sean anti deriva, de entre 200 y 400 micrones, cuando las condiciones del viento lo requieran.

 

Frola consideró que “se pueden realizar aplicaciones eficientes con bajos caudales y tamaños de gotas uniformes, entre 200 y 400 micrones, de acuerdo al objetivo a controlar. Y sin grandes riesgos de afectar al cultivo adyacente. Así se aumenta el número de impactos que llegaron al objetivo, mejorando la calidad de aplicación y el posterior control”.

 

Como corolario, como pautas para regular los equipos aplicadores, afirmó que “se debe dejar de pensar en aplicar volumen por superficie, para comenzar a pensar en cuántos impactos, de qué tamaño y qué distribución son necesarios para el control. La estrategia de aplicación se puede manejar de acuerdo a la complejidad de penetración y la presencia o ausencia de viento. Este debe usarse como aliado cuando hay brisas suaves o nulas, dándole más altura al botalón (alrededor de un metro), para favorecer el recorrido de las gotas. Y cuando el viento es de 12-15 km/h, no elevarlo por encima de 70 cm para no propiciar el asperjado al efecto de deriva”.

 

Sobre el final, dejó en claro la relación virtuosa entre lo económico y lo ambiental. “Hacer aplicaciones de calidad reduce el número de fallas y de aplicaciones, lo que da un menor impacto ambiental y un menor costo. Y otro detalle que no es menor, es que todos los productos fitosanitarios se pueden aplicar con el mismo método”, concluyó.

 

Fuente: ON 24.

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