Planificación: cuando se vaya la inundación será indispensable rediseñar los sistemas productivos en función de las características de cada cuenca

Modelo desarrollado por técnicos CREA. En los últimos dos años los excesos hídricos provocaron pérdidas importantes en diferentes regiones productivas argentinas. La buena noticia es que existen herramientas disponibles para mitigar el impacto del fenómeno.

Planificación: cuando se vaya la inundación será indispensable rediseñar los sistemas productivos en función de las características de cada cuenca

Modelo desarrollado por técnicos CREA.

En los últimos dos años los excesos hídricos provocaron pérdidas importantes en diferentes regiones productivas argentinas. La buena noticia es que existen herramientas disponibles para mitigar el impacto del fenómeno.

Gabriel Vázquez Amabile –actual líder del proyecto Ambiente de CREA– a fines de los ’90 trabajaba en campos de la zona oeste bonaerense que se inundaron de manera recurrente. Esos episodios lo motivaron a viajar a EE.UU. para estudiar hidrología aplicada a sistemas productivos en Purdue University.

Al regresar al país, Gabriel comenzó a predicar en diferentes ámbitos sobre la importancia de realizar una gestión planificada de los sistemas productivos en función de las variables hidrogeológicas.

“En los últimos años, el sector agrícola concentró sus esfuerzos en intentar sobrevivir ante un escenario desfavorable; ahora, con un horizonte más claro, es posible comenzar a evaluar cuestiones estructurales que son esenciales para la sostenibilidad de la actividad”, explica Gabriel, quien además es profesor del Posgrado en Manejo Integral de Cuencas Hidrográficas de la Universidad Nacional de La Plata.

Gabriel coordinó a un equipo de investigadores de INTA y CREA para calibrar y validar con datos locales un modelo hidrológico desarrollado en EE.UU. (Drainmod), en cual permite predecir la profundidad de la napa en función de la variación climática interanual, el uso de tierras y estructuras de control de recursos hídricos.

El estudio se llevó a cabo utilizando registros de dos conjuntos de freatímetros instalados en lotes de producción de los partidos de Rivadavia, Trenque Lauquen, Guaminí, Pehaujó y Bolívar (oeste de la provincia de Buenos Aires). Se trata de una cuenca “cerrada” que carece de una red definida de drenaje, de manera tal que el agua procedente de precipitaciones mayormente infiltra recargando el suelo y provocando ascensos de la napa freática, mientras que, en menor medida, escurre concentrándose en bajos y lagunas.

El modelo, una vez validado, mostró escasas diferencias en los niveles simulados de evolución de napas de los sistemas integrados por cultivos de verano y rotaciones con cultivos de invierno (ver gráfico). También se modelizaron sistemas agrícolas con redes subterráneas de drenes (como las presentes en muchos campos agrícolas del Medio Oeste de EE.UU.) y campos con pasturas continuas.

“El modelo resultó ser una herramienta muy eficaz para analizar escenarios de manejo y explorar posibles estrategias de control de la napa apropiadas para la región del Oeste de Buenos Aires”, apunta Gabriel.

“La agricultura es un fenómeno extraordinario en lo que respecta a generación de empleos y desarrollo económico: de ninguna manera el estudio debe ser entendido como una necesidad de regresar de manera masiva a la ganadería. La cuestión central es que, así como somos muy eficientes en diseñar planteos productivos orientados a rindes, vamos a tener que incorporar nuevas habilidades y conocimientos para poder además planificar y gestionar las napas a través de diferentes alternativas; el modelo es una herramienta que pretender ser útil para alcanzar ese nuevo desafío”, explica el técnico CREA.

Es decir: en una cuenca “cerrada”, ante la eventual ocurrencia de excesos hídricos, es posible diseñar alternativas agronómicas, como incorpora pasturas o cultivos de servicio, además de gestionar redes de drenaje internas que deriven la acumulación de agua hacia zonas bajas previamente definidas que puedan ser “sacrificadas” para salvar a otras de alto valor.

“En una zona como el oeste bonaerense, sin arroyos, el área sacrificable sería un bajo o laguna que, dentro de los  limites del campo, no afecten a terceros. También podría  acordarse entre vecinos el uso de lagunas comunes para este efecto, aunque no existen muchos antecedentes en ese sentido”, señala Gabriel.

En las cuencas “abiertas”, donde los excesos de agua escurren, se requiere encarar el problema con una visión regional (ya no basta el manejo que pueda realizar cada empresario agropecuario de manera particular).

“En tales casos, en el manejo de excedentes existen básicamente dos estrategias: retardar la salida o el escurrimiento por medio de terrazas o cubetas de detención, entre otras alternativas, o acelerar la salida de los excesos por medio de redes de drenaje que contribuyan a solucionar el problema especialmente en aquellas zonas planas de muy lento escurrimiento”, remarca Gabriel.

En ambos casos es clave la planificación territorial a nivel de cuenca para dimensionar la red de drenaje, organizar los escurrimientos y evitar problemas en toda la cuenca. En esa tarea –sí o sí– deben intervenir representantes del Estado en coordinación con el sector privado.

“Con determinado nivel de pendientes, debería ser obligatoria la confección de terrazas en los campos, porque de lo contrario los escurrimientos pueden llegar a perjudicar a terceros, además de arrastrar eventualmente nitratos y agroquímicos; tal política debería contar además con una desgravación impositiva para poder realizar la inversión”, advierte Gabriel.

Una adecuada gestión de cuencas ayuda a minimizar los gastos públicos en reparación de infraestructura posterior al evento (caminos, puentes), disminuye situaciones de emergencia social (evacuados, enfermedades, muertes), estabiliza el movimiento de bienes y servicios en el tiempo, así como la recaudación tributaria, y permite –en síntesis– planificar a largo plazo con un menor riesgo.

“El ordenamiento de cuencas permite disminuir la consecuencias de inundaciones y, en algunos casos, ayuda también a amortiguar efectos de sequías, permitiendo, por ejemplo, que la hacienda disponga de agua dulce en momentos de restricciones hídricas”, comenta.

Fuente: Valor Soja

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