Emilio Satorre cree que el agro “debe sentirse orgulloso” porque es cada vez más sustentable y hasta logró reducir más de cien veces los niveles de toxicidad de los agroquímicos que utilizaba

Emilio Satorre, docente en la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (FAUBA), acuñó un concepto para ubicar en la historia la etapa actual que atraviesa el agro extensivo de la Argentina: “La tercera revolución de las pampas”.

Emilio Satorre cree que el agro “debe sentirse orgulloso” porque es cada vez más sustentable y hasta logró reducir más de cien veces los niveles de toxicidad de los agroquímicos que utilizaba

La anterior, la segunda, se había caracterizado por incrementar la producción notablemente a partir de la adopción de nuevas tecnologías, como las semillas híbridas, la maquinaria, los agroquímicos y hasta los transgénicos.

Esta tercera no significa retroceder sino hacer una pausa y aplicar una suerte de revisión, que le permita al sector seguir avanzando. “La tercera revolución de las pampas es una revolución que se hace desde la necesidad que tiene la producción agropecuaria de conservar recursos ambientales por un lado y de responder a una demanda social”, definió Satorre.

“Se trata de buscar la sostenibilidad social de nuestro sistema de producción”, reiteró el especialista en una extensa entrevista con Bichos de Campo, en la que asegura que -contra lo que se escucha y lo que mucho suponen- hay evidencia de que este proceso está avanzando en la dirección correcta, ya que hay indicadores concretos que muestran que el agro actual es mucho menos dañino que el que lo precedió hace algunas décadas atrás.

Incluso, que se ha reducido la toxicidad por el uso de agroquímicos más de cien veces respecto de los niveles que existían en los años 80.

Contra lo que instala el imaginario social, Satorre aseguró la agricultura moderna es más sustentable y menos dañina que la que practicaban nuestros padres y nuestros abuelos. Esa visión desacredita muchos de los argumentos catastróficos que esgrimen ciertos ambientalismos o sectores que intentan responsabilizar al sector de muchos de los males del país, y que propugnan por un giro de 180 grados en el modelo de producción.

Dijo Satorre: “Sabemos que la sostenibilidad es un concepto que se arraiga en tres ejes distintos: un eje productivo, por supuesto que es un eje económico; un eje ambiental que tiene que ver con el manejo de los recursos; y un eje social, que tiene que ver con el impacto que tiene sobre la sociedad, su cultura, su organización y demás”.

El especialista añadió que desde hace un buen tiempo la mayor parte de los productores de la agricultura extensiva “han reconocido la necesidad de generar sistemas productivos que tengan un mínimo impacto ambiental”.

Citó dos razones para esta toma de conciencia y cambio de actitud. “La primera es el manejar los recursos sobre los que se sostiene la producción agropecuaria, el recurso suelo, el recurso agua, mantener la actividad biológica y la biodiversidad de los sistemas”. Se trata de poner a jugar “un montón de servicios que los distintos componentes, muchas veces ignorados, hacen a la actividad productiva en sí misma”.

El segundo factor de esta nueva actitud sustentable ha sido “minimizar el conflicto urbano rural, por el impacto que muchas de las tecnologías que se expandieron muy rápidamente en el contexto de la segunda revolución de las Pampas comenzaron a tener en la sociedad”.

“Un componente clave de la segunda revolución fue la expansión agrícola, que no solo acercó la frontera del campo a las fronteras urbanas, sino que las acercó de la mano de sistemas productivos, que eran muy distintos a los que antes la sociedad urbana tenía cerca”, explicó.

Es decir que Satorre, como muchos otros estudiosos, considera que la visión urbana sobre la nueva producción agrícola -mecanizada y de gran utilización de la tecnología- también se ve moldeada por los cambios sociales en la estructura de producción. El arquetipo de productor que tenía el imaginario social cambió definitivamente. “Tuvo de pasar de ser un chacarero, un campesino, a ser realmente un empresario y a gestionar su capital, sus recursos y su trabajo de una manera mucho más empresarial, permitiendo de ese modo poder gestionar una superficie que hubiera sido imposible ser gestionadas de otra manera”, indicó.

Fuente: Bichos de Campo

 

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