Investigadores uruguayos y argentinos identificaron el uso excesivo de fertilizantes fosforados como causa de la proliferación de cianobacterias
Un estudio realizado por investigadores de a Universidad de la República de Uruguay (Udelar) y de la Facultad de Agronomía de la UBA (Fauba) relaciona el crecimiento de la población de cianobacterias en la cuenca del río Uruguay con la producción agrícola basada en el uso intensivo de fertilizantes fosforados.
“Las cianobacterias son microorganismos fotosintéticos que habitan las aguas de la Tierra desde hace millones de años y aportan al funcionamiento de los ecosistemas. Sin embargo, cuando los ambientes acuáticos cambian, algunas se multiplican de forma exponencial y pueden producir cianotoxinas que provocan efectos negativos sobre la salud”, señaló Carla Kruk, docente del Instituto de Ecología y Ciencias Ambientales de la Facultad de Ciencias y del departamento MEDIA Centro Universitario Regional del Este, ambos de la Udelar.
“Si entramos en contacto con grandes concentraciones de esas toxinas de forma directa en el agua que consumimos o en la que nos bañamos, o de forma indirecta cuando comemos animales o vegetales que tuvieron contacto con las cianobacterias, podemos sufrir desde alergias hasta daños hepáticos o neurológicos. Por otro lado, la exposición continua a bajas concentraciones puede dar lugar a tumores”, agregó Kruk en un artículo publicado por el sitio de la Fauba Sobre la Tierra.
Gervasio Piñeiro, docente de Ecología en la Fauba y coautor, junto con Kruk y otros investigadoras, del trabajo publicado en la revista científica Global Change Biology, indicó que la floración de cianobacterias es un fenómeno que puede tener causas numerosas y que es fundamental identificarlas para tomar medidas basadas en estudios científicos. En este contexto, compararon cómo diferentes mecanismos podrían explicar las floraciones desde la década de 1960 hasta el presente en la cuenca del río Uruguay, un área que involucra a la Argentina, Uruguay y Brasil.
Carla y Gervasio analizaron cambios en las lluvias, en las temperaturas, en los usos del suelo, en los caudales de los ríos, y también en la calidad del agua de toda la cuenca.
“Observamos que en los últimos veinte años las floraciones de cianobacterias se volvieron cada vez más frecuentes y que la causa principal fue la producción agrícola que usa agroquímicos de forma intensiva”, afirmó Piñeiro.
A partir de la primera década del presente siglo aumentó de manera drástica la cantidad de cianobacterias en el agua y de las especies que producen cianotoxinas. Entre 1963 y 2005 no se detectaron niveles de alerta de cianobacterias, mientras que entre 2010 y 2020 se reportaron 200 casos.
“Encontramos que se correlacionaron muy fuerte con el incremento del área agrícola y de las nuevas formas de producción. En particular, la superficie dedicada a la soja pasó del cero al 40% y así creció el uso de insumos que se usan para producirla”, resaltó Kruk.
En este sentido, Carla explicó que cuando llueve, los agroquímicos –y puntualmente los fertilizantes fosforados— pasan del suelo al agua y las cianobacterias utilizan esos nutrientes y aumentan su biomasa exponencialmente. Gervasio añadió que en la actualidad hay un área inmensa de soja que se fertiliza al voleo con fósforo, o incluso se sobrefertiliza, y que los nutrientes también llegan al agua por la erosión del suelo. “Desde el lado agronómico, es una luz amarilla tirando a roja. Tenemos que cambiar las formas de producir”.
En este contexto, Piñeiro, investigador del IFEVA (UBA-Conicet), enumeró un gran abanico de buenos manejos agronómicos que se pueden implementar para reducir el uso de fósforo, como, “por ejemplo, mejorar las prácticas de fertilización, usar cultivos de servicio que protegen el suelo y evitan que se erosione, o utilizar cultivos trampa cerca de arroyos para capturar nutrientes y evitar que se vayan al agua”.
Asimismo, planteó rediseñar los paisajes para que tengan diversas funciones y beneficios. “No solo para producir soja o maíz, sino también para que provean agua limpia. Hay tecnologías y conocimientos, pero falta mucha concientización para que se usen de manera más generalizada. Es un problema muy complejo que requiere múltiples abordajes”.
Fuente: Bichos de Campo